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domingo, 6 de julio de 2008

Parturiente/parturienta/parturiento

Washington/Los Ángeles. (Agencias) 4 de julio de 2008. El transexual Thomas Beatie, conocido como el primer "hombre embarazado" de la historia, ha dado a luz a una niña en un hospital de Oregón mediante un parto natural, informó hoy la cadena de televisión ABC.

Esta noticia ha sido recogida por los siguientes medios:

Veamos la definición que da el Diccionario de la RAE (22º Edición, 2001):

parturienta o parturiente

(Del lat. parturĭens, -entis, part. act. de parturīre, estar de parto).
1. adj. Dicho de una mujer: Que está de parto o recién parida. U. t. c. s.

Así pues, los diccionarios se quedan obsoletos ante hechos como estos, como también es preciso que las gramáticas se actualicen para responder a las nuevas realidades sociales.

Según la Gramática española de Juan Alcina Franch y José Manuel Blecua (Barcelona, Ariel, 1987), al tratar del género de los categorizadores nominales y la concordancia alternativa, estos autores afirman:

"Por moción, el masculino utiliza los alomorfos -o, -e, -( ) frente el femenino en -a. En consecuencia, se dan las oposiciones -o/-a, -e/-a, -( )/-a. A estos hay que añadir un grupo organizado de derivativos especiales por influjo culto.

Participios de presente que por su significación no pueden aplicarse a hombres, como ocurre con parturiente, han dispuesto en su lugar una forma en -a, parturienta. La formación de femeninos en -a se abre paso en casos como estudiante/a, dependiente/a, gobernante/a, intrigante/a, negociante/a. Caso representativo de estas modificaciones a través del tiempo lo ofrece la palabra infante, invariable todavía en el siglo XVIII". La forma tigra aparece en el Libro de Alexandre".

"Nuestra situación desencadena incógnitas legales, políticas y sociales", admitió Thomas Beatie cuando se hizo público el caso. Desde este blog pensamos que su situación también desencadena incógnitas morfológicas, léxicas y lingüísticas. Y que los conceptos de orientación sexual y género no gramatical son muy necesarios para comprender, admitir y respetar la identidad y diversidad de todas las personas que conforman las sociedades del siglo XXI.

domingo, 22 de junio de 2008

Pero ¿qué es la perspectiva de género?

Como se ha puesto de manifiesto en los últimos años, muchas de las actividades humanas pueden y suelen tener un impacto diferente para las mujeres que para los hombres.

De igual manera que tomar determinadas decisiones políticas o económicas (por ejemplo, subir las tarifas eléctricas en los hogares) puede influir de manera diferenciada para las personas con rentas más altas y para las que las tienen más bajas (lo que en lenguaje común entiende todo el mundo como clase social aunque el término sociológico es mucho más complejo), estas mismas decisiones políticas o económicas pueden influir de manera diferenciada para mujeres y hombres (género social). En este último caso no se trata de impactos sobre la biología de las personas o sobre su condición sexual, sino sobre el papel que, tradicionalmente se les ha asignado a ambos -mujeres y hombres- como sujetos sociales adscribiéndolos a determinados roles sociales y estableciendo desigualdades entre ambos.

Analizar, pues, las políticas, decisiones o los hechos lingüísticos, sociales, económicos, culturales, etc. desde una perspectiva de género es, pues, tomar en consideración las repercusiones que estas políticas, decisiones o hechos pueden tener para mujeres u hombres (somo sujetos sociales y no como sujetos biológicos), y ver si dichas medidas ahondan la desigualdad histórica entre los géneros o la perpetúan.

La constatación de que determinadas medidas urbanísticas pueden tener efectos perniciosos sobre el medio ambiente, ha conducido a realizar estudios de impacto ambiental previos a la construcción de una determinada infraestructura como una carretera, por ejemplo. De igual forma, la constatación de que determinadas medidas de índole social, sanitaria, cultural, educacional, laboral, salarial, política, económica, presupuestaria, etc. afectan de distinta manera a mujeres y hombres, ha llevado a elaborar estudios de impacto de género antes de tomar cualquier decisión o actuación política o económica. A este respecto es muy ilustrativa la noticia aparecida ayer en un diario: Un juez decidirá si los Presupuestos cumplen las normas de igualdad: Denunciadas las cuentas del Estado por evitar el informe de Impacto de Género, El País, 20-06-08.

En castellano no contábamos con ningún término para designar este concepto, ya que no se corresponde con el concepto de sexo biológico. Los estudios de género comenzaron a realizarse en los países anglosajones y en estos se usa la palabra gender para referirse al género en este sentido, pero pronto dichos estudios se expandieron por Europa, recalando también en nuestro país, donde existen cátedras y universidades dedicadas a los Estudios de género desde hace ya muchos años. En castellano, la palabra género procede del latín, y esta nueva acepción no altera ninguna de las que ya existían. Además, se trata de un término procedente de una disciplina de nuevo cuño que ha pasado a utilizarse en la lengua común.

Los conocimientos especializados requieren de un lenguaje específico e inequívoco para, sin ambigüedades, poder transmitir ese conocimiento y, de esta forma, nació el concepto de género, entendido como construcción social, y no como hecho biológico. Sin embargo, resulta muy ilustrativo comprobar que cuando los conocimientos parten de expertas y no de expertos, se ponen en cuestión no sólo dichos estudios, sino incluso los términos que se utilizan para designar los nuevos conceptos, a pesar de que exista una extensa literatura escrita que fundamenta su uso y sin tener en cuenta que existen un gran número de universidades, cátedras y escuelas en nuestro país donde se imparte la disciplina de los Estudios de género.

Los miembros de la RAE pueden creer que no existen los agujeros negros, oponerse a ellos por sistema o desconocer por completo lo que entraña este fascinante concepto -como la mayoría de los mortales, por otro lado-, sin embargo, no pueden empecinarse en mantener el término género fuera del diccionario en un lugar invisible del espacio cósmico.

sábado, 21 de junio de 2008

Obras y autoras pioneras en el estudio del lenguaje desde la perspectiva de género

El análisis de los usos del lenguaje desde una perspectiva de género no es nuevo. Es a partir de los años ochenta, cuando surgen tanto en Europa como en nuestro país, las primeras publicaciones sobre el tema procedentes, en su mayor parte, de las instituciones europeas y nacionales una vez que estas han creado organismos tales como institutos o ministerios de la mujer, de la igualdad, etc. Podemos destacar las siguientes aunque, desde entonces, las publicaciones no han parado de aumentar, también impulsadas por diversas instituciones de las Comunidades Autónomas, por organismos internacionales como la UNESCO y por instituciones de carácter académico como Universidades y Escuelas.
  • Igualdad de sexos en el lenguaje. Comisión de terminología en el Comité para la igualdad entre mujeres y hombres del Consejo de Europa, 1986.
  • Recomendaciones para un uso no sexista de la Lengua. Valencia: Departamento de la Dona. Consellería de Cultura, Educación y Ciencia de la Generalitat Valenciana, 1987.
  • Recomendaciones para el uso no sexista de la Lengua. Ministerio de Educación y Ciencia [Serie Coeducación], 1988.
  • Propuestas para evitar el sexismo en el lenguaje. Madrid: Instituto de la Mujer.
  • Recomendaciones para un uso no sexista del lenguaje. (1990). UNESCO, 1990.
  • Uso no sexista del lenguaje administrativo. Madrid, Ministerio de Asuntos Sociales e Instituto de la Mujer, 1990.
  • VV.AA. NOMBRA. En femenino y en masculino. La representación del femenino y el masculino en el lenguaje. Madrid, Instituto de la Mujer, 1995.

En España, pioneras en el estudio del tema fueron las lingüistas Eulàlia Lledó Cunill, Catedrática de Filología Románica (Ver su extensa bibliografía en Dialnet) y Mercedes Bengoechea Bartolomé, sociolingüista y Decana de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Alcalá (Ver su extensa bibliografía en Dialnet) que se ocuparon -y se ocupan- de analizar a fondo y con rigor lingüístico, del sexismo presente en el Dicionario de la Lengua Española de la RAE.

Ambas autoras publicaron de forma conjunta Las miradas cruzadas: dos visiones sobre una muestra del Diccionario de la Lengua Española. Este trabajo, afirmaban las autoras, "es la suma de dos miradas, creemos que complementarias, sobre la presencia humana sexuada (especialmente la femenina) en una muestra representativa del Diccionario de la Lengua Española. Las autoras del trabajo nos hemos basado en la misma muestra del Diccionario de la Lengua Española y hemos utilizado la misma base de datos para vaciar el diccionario y, posteriormente, para fundamentar y articular nuestros trabajos".

Como afirmaba Eulàlia Lledó Cunnil: "Mientras contabilizábamos la representación simbólica de la mujer en el DRAE y efectuábamos el análisis que figura en la primera parte, íbamos constatando algo que va mucho más allá del hecho (ya de por sí destacable) de que la existencia y la experiencia femenina que corresponde a más del 50% de la humanidad, no está adecuadamente representada en el DRAE. Ese "algo" al que aludimos es el hecho de que el Diccionario no sólo está empapado de un cierto sexismo y androcentrismo, como nuestra experiencia nos hacia intuir, sino que su tratamiento de mujeres y hombres lo convierte -si bien en menor medida que las ediciones anteriores- en un repositorio de la ideología patriarcal. Este convencimiento fundamentó la necesidad de realizar la segunda parte del trabajo, con el objetivo de des-velar la ideología que sustenta el Diccionario y des-construirlo como texto ideológico. Es lo que se intenta llevar a cabo en la segunda parte ("Ideología e intervención humana en la confección del DRAE"), cuya realización corresponde a Mercedes Bengoechea".

  • Lledó Cunill, Eulália. Las miradas cruzadas: Análisis de la presencia femenina en una muestra del DRAE. (Se puede descargar desde aquí una copia comprimida del archivo en Word).
  • Bengoechea Bartolomé, Mercedes. Las miradas cruzadas: Ideología e intervención humana. en la confección del DRAE. (Se puede descargar desde aquí una copia comprimida del fichero en Word).

Otras autoras y autores que comenzaron a analizar el léxico y la ideología androcéntrica y machista en los diccionarios fueron :

Calero Fernández, Mª Ángeles. “La identidad femenina en el discurso lexicográfico”, en José Santaemilia, Beatriz Gallardoy Julia Sanmartín (eds.), Sexe i llenguatge: la construcció lingüística de les identitats de gènere, Valencia: Universidad de Valencia, Col. Quaderns de Filologia: Estudis Lingüístics VII, 2002, pág. 25-46.

Molina Moreno, Mª Mercedes. “La educación para la igualdad entre los sexos en el Diccionario Didáctico del Español: Elemental”, en Mª Dolores Fernández de la Torre Madueño, Antonia. Mª. Medina Guerra y Lidia Taillafer de Haya, (eds.), El sexismo en el lenguaje. Tomo II. Málaga, Diputación Provincial, 1999. pág. 591-598.

Olmedo Rojas, Ana María. “Los grupos hombre, varón, mujer en el Diccionario ideológico de J. Casares”, en Juan de Dios LUQUE y Antonio PAMIES (eds.). Segundas Jornadas sobre estudio y enseñanza del léxico. Granada, Método, 1996. pág. 111-120.

Pascual, José Antonio. Olaguíbel, Mª del Carmen. “Ideología y diccionario”, en Ignacio Ahumada (ed.), Diccionarios españoles: contenidos y aplicaciones. Jaén: Universidad de Jaén, 1991. pág. 73-89.

En el año 2004 fue publicado por el Instituto de la Mujer un libro que realizaba un exhaustivo e interesante análisis de la vigésimo segunda edición del Diccionario de la Lengua Española (DRAE) publicado en 2001, aunque ya se había publicado otro anterior que analizaba la edición del DRAE del año 1992:

Lledó Cunill, Eulalia (coord.). Calero Fernández, Mercedes. Forgas Berdet, Esther. De mujeres y diccionarios. Evolución de lo femenino en 22ª edición del DRAE. Instituto de la Mujer, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Madrid, 2004. http://igualdad.mtas.es/mujer/publicaciones/docs/11Demujeres.pdf

Hasta yo misma me atreví a sacar un artículo titulado La RAE y el monopolio del género... gramatical, ante el Informe de la Real Academia Española sobre la expresión violencia de género que esta magna y neutral institución elaboró y que, según rezaba al principio del propio informe fue llevado a cabo por el siguiente motivo: "El anuncio de que el Gobierno de España va a presentar un 'Proyecto de Ley integral contra la violencia de género' ha llevado a la Real Academia Española a elaborar el presente informe sobre el aspecto lingüístico de la denominación, incorporada ya de forma equivalente en las Leyes 50/1997 y 30/2003 al hablar de impacto por razón de género".

Así pues, la denominación de la propia LEY ORGÁNICA 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, así como el contenido de la misma -pues tanto en su exposición de motivos, como en el articulado- hace uso del término violencia de género, desoyendo por completo el informe de la RAE en donde esta se permitía no sólo deslegitimar el uso del término, sino también las causas de manera burda, nada rigurosa y ofensiva tanto para las mujeres como para las personas e instituciones académicas que se ocupaban y se ocupan de los Estudios de género en este país.

En el año 2004 se celebró el I Congreso estatal FIIO sobre Igualdad entre hombres y mujeres, organizado por la Universitar Jaime I de Castellón que llevaba por título XXV años de estudios de género: Mujeres sabias, entre la teoría y la práctica XXV. Las actas del congreso y las ponencias fueron publicadas por la Fundación Isonomía: http://isonomia.uji.es/mujeres4/pages/pdf/iso1c.pdf

La obra surge tras el congreso, como una continuación del proyecto de encuentro colectivo que éste se proponía y, de esta forma, refleja también los motivos que llevaron a organizar un encuentro de mujeres que durante los últimos veinticinco años habían estado sumando granitos de arena con un objetivo muy sencillo: observar, analizar y comprender cómo el esfuerzo de cada una ha ido revirtiendo en el de las demás, cómo entre todas se han ido construyendo y han avanzado los estudios de género en España. Con esta intención se reunieron mujeres que trabajaban en ámbitos académicos de todo tipo: política, economía, derecho, ciencia, historia, artes, literatura, sociología, educación, salud, antropología... Pues las mujeres participan en todos estos ámbitos. Al encuentro también acudieron mujeres que trabajan en y desde los espacios sociales, mujeres que van de la teoría a la práctica, pues lo que se logró con el encuentro fue combinar el pensar y el hacer, retroalimentar miradas y enriquecerse las unas a las otras.

Asimismo, comienza a aparecer también una extensa bibliografía sobre cómo tratar el lenguaje en los medios de comunicación para que estos no caigan en el androcentrismo y el sexismo. Y así, cabe destacar:

Bengoechea Bartolomé, Mercedes; Lledó Cunill, Eulàlia; López Diez, Pilar; Martín Rojo, Luisa. Perspectiva de género en la comunicación e imagen corporativa. Emakunde, Vitoria-Gasteiz, 2004. Incluye:

La RAE y el monopolio del género... gramatical

La RAE y el monopolio del género... gramatical
María Jesús Lamarca Lapuente, 2004

Por género se entiende una construcción simbólica que alude al conjunto de atributos socioculturales asignados a las personas a partir del sexo y que convierten la diferencia sexual en desigualdad social. La diferencia de género no es un rasgo biológico, sino una construcción mental y sociocultural que se ha elaborado históricamente. Por lo tanto, género no es equivalente a sexo; el primer término se refiere a una categoría sociológica y el segundo a una categoría biológica.

La importancia del concepto de género radica en hacer visible el supuesto ideológico que equipara las diferencias biológicas con la adscripción a determinados roles sociales. El concepto nació, precisamente, para poner de manifiesto una relación desigual entre los géneros (mujeres y hombres, entendidos como sujetos sociales y no como seres biológicos).

Así surgieron los Estudios de Género que cuentan con una corta, pero intensa trayectoria como disciplina tanto en España como fuera de ella y que, si bien se han centrado en el papel social que se le ha atribuido y se le atribuye a las mujeres -dado que partieron del ámbito feminista-, ahora empiezan también a centrarse en el estudio del papel de los hombres como género. Afortunadamente, muchos hombres comienzan a estar interesados en desmontar la visión androcéntrica -por parcial, incompleta e injusta- que ha dominado todas las disciplinas humanas desde sus inicios hasta nuestros días: desde la filosofía y la historia, pasando por el arte, la literatura, la política, el derecho, la sociología, la psicología, la ciencia, etc., y, como no, la lingüística; y que ha impregnado el pasado y el presente del pensamiento “objetivo” y “subjetivo” de las personas y de las sociedades.

El lenguaje es una de las máximas expresiones de las ideas y del pensamiento humano y los conceptos que en él se encierran sirven para describir, encuadrar y comprender la realidad y, una vez fijados y establecidos, también afectan a la manera en que percibimos dicha realidad. En la práctica y metafóricamente hablando, el lenguaje puede ser masculino, femenino o neutro, depende de la perspectiva de género que adoptemos a la hora de hablarlo, limpiarlo, fijarlo y abrillantarlo.

La mayor violencia es el asesinato, pero también lo es silenciar a la mitad de la humanidad. Si antaño el revuelo feminista obligó a la Real Academia a revocar determinadas acepciones y a rebajar la testosterona del léxico, lo importante se ha quedado en los arrabales del concepto sin penetrar su centro. Lo políticamente correcto parece no haber transcendido el eje del discurso más allá del “compañeros y compañeras” y de hablar de “género humano” en lugar de “el hombre”, que, sospechosamente, la RAE en el Avance de su vigésima tercera edición se apresura ahora a enmendar, incluyendo por primera vez en el Diccionario la voz género humano, y definiéndola como “conjunto de todas las personas”, no sea que las feministas vengan ahora con reclamaciones aduciendo que existen desigualdades entre los dos géneros.

El Pleno de la Real Academia Española, 3 mujeres y 37 hombres, ha elaborado un informe sobre la expresión violencia de género y una recomendación dirigida el gobierno para que no la utilice al redactar el “Proyecto de Ley integral contra la violencia de género”. Cabría preguntar a los Sres. Académicos con cuántas especialistas en el campo académico de los Estudios de Género cuenta la Comisión de Vocabulario Científico y Técnico de la RAE o, en su defecto, y como recomienda explícitamente la propia Academia antes de tomar sus decisiones, con cuántas personas estudiosas y de reconocida solvencia en el tema ha consultado antes de afirmar alegremente que en español no existe tradición de uso de la palabra género más que para referirse a género gramatical o al concepto de género entendido como “conjunto de seres establecido en función de características comunes” y “clase o tipo”.

Resulta, cuando menos, sospechoso que la Academia ignore largos años de trabajos científicos realizados por mujeres y que, a pesar de reconocer la existencia del término género en el sentido expuesto en los prolegómenos de este artículo y de describirlo de forma explícita e inequívoca en su informe frente al concepto de sexo, concluya con un paradójico: “es obvio que debe decirse sexo y no género”.

Analizar los problemas desde una perspectiva de género no es lo mismo que analizar los problemas desde una perspectiva de sexo, a no ser que queramos referirnos a divisiones biológicas atendiendo a determinados atributos genitales, que incidamos en aspectos eróticos o que tratemos temas pornográficos. La mención de la Academia a las expresiones sexo fuerte/sexo débil como única fuente a citar y como única aportación conceptual que reconoce a la “tradición cultural española” en este tema, es un insulto para investigadoras, feministas, centros de estudios, cátedras y universidades que durante los últimos veinte años vienen analizando con rigor estas cuestiones y han aportado una ingente cantidad de ideas, estudios serios y publicaciones científicas.

Existen numerosas monografías, publicaciones periódicas y una cuantiosa “literatura gris” que corrobora la existencia de esa “inexistente” tradición cultural española. Dejando al margen los miles de artículos, seminarios, tesis, documentos administrativos, etc., le hubiera bastado a la Academia consultar el ISBN español (índice de libros publicados en España), donde solamente, y en referencia al título -no ya al contenido donde las cifras crecerían exponencialmente-, de 487 libros disponibles, 273 aluden al concepto de género con la acepción que la Academia niega. Es decir, un irrisorio e inexistente 56,4%, frente a un 43, 6% que agrupa al resto de las acepciones que la RAE sí reconoce.

Además, la exigua y vergonzosa documentación que aporta la Academia a la hora de decantarse por el uso de sexo en lugar de género no sólo supone un gran desprecio para las mujeres, las investigadoras y otros estudiosos del tema, sino un grave desprestigio para los lingüistas.

La RAE analiza las diversas expresiones usadas en español para referirse a los conceptos de: violencia doméstica, violencia de género, violencia contra las mujeres, etc., limitándose a citar la documentación que aparece en Internet haciendo uso del buscador Google y la que resulta del CREA (Corpus de Referencia de Español Actual), base de datos creada por la propia Academia y que reúne textos completos de libros, publicaciones y otros ejemplos del lenguaje oral, con el fin de valorar la frecuencia de uso de términos y expresiones.

Pues bien, lo que analiza la Academia no es la frecuencia de uso del concepto género, sino de la expresión violencia de género frente a otras como violencia doméstica que, según Google, aparece en 37.700 documentos frente a los 100.000 de violencia doméstica. Si acotamos la búsqueda únicamente a las páginas en español, se reduce la diferencia y aparecen 51.600 casos frente a 80.300, pero hay que tener en cuenta que ambos términos no son sinónimos.

Sabido es que los buscadores indexan las palabras de forma automática rastreando la World Wide Web y que Google utiliza un indexador automático llamado PageRank cuyo algoritmo, muy complejo, no sólo computa las apariciones de un término, sino que tiene en cuenta la estructura de los enlaces como indicador del valor de una página web, junto a otros elementos como una valoración cualitativa que se refleja en una mayor puntuación dependiendo de la importancia que tenga el sitio web que emita el documento en cuestión. Si las agencias de prensa difunden por la red una misma noticia haciéndose eco de las declaraciones de determinado político que ha utilizado una expresión concreta, dicha expresión aparecerá en cientos de periódicos a lo largo y ancho de la red, y los buscadores la registrarán como tal cientos de veces. Es de suponer que los periódicos ocupen un rango de página muy alto y que, por tanto, la aparición de cierto tipo de expresiones en los medios de comunicación esté sobrevalorada frente al uso no sólo en otros medios escritos como libros, artículos, etc., y, por supuesto gran parte de documentación que no aparece en la red o no está preparada para ser leída de forma automática por los indexadores que rastrean la WWW, sino también en otras webs con menor valoración para PageRank. La prueba es que la propia difusión de la noticia del informe de la RAE ha elevado el número de documentos en los que aparece la expresión violencia de género de 37.700 a 55.900 en sólo día y medio. Y si consultamos en el propio Google News limitándonos a contabilizar las noticias, hoy día 31 de mayo a las 22 horas aparecen 1.740 noticias bajo el epígrafe violencia de género y 1.880 noticias bajo el epígrafe violencia doméstica. Cuando las frecuencias de uso en la Web tanto del término violencia doméstica como del término violencia de género son tan elevadas, habría que descartar esta fuente como indicador para decantarse por la utilización de una u otra expresión, ya que los documentos de la Web se actualizan constantemente y las cifras oscilan por momentos.

Y en cuanto a la documentación extraída de su base de datos CREA, en donde la Academia se limita a contabilizar los datos en bruto sin el más mínimo análisis, los propios académicos se sorprenderían si hubieran analizado las veces que aparece la palabra género no en el sentido de “clase” o “género gramatical”, sino aludiendo al concepto de género como construcción social asignada a las personas en razón del sexo. Así, si buscamos la palabra género en relación con las categorías temáticas que la misma RAE establece para acotar las búsquedas, encontramos significativos y cuantiosos ejemplos del uso del término género en el sentido que nos ocupa, incluyéndose no sólo dentro de temas como mujer, desarrollo, empleo, política, educación, etc; sino también en categorías como ciencias y tecnología. El concepto de género ha dejado de ser un término técnico y se ha introducido en el lenguaje común.

La RAE sólo hace referencia a la frecuencia de uso, y deja de lado aspectos semánticos de gran importancia para categorizar los conceptos que han de ser fijados y aclarados de una vez por todas para que no puedan producirse equívocos legales o categoriales. Su propuesta de denominación, “Ley Integral contra la violencia doméstica o por razón de sexo”, es inapropiada y carece de fundamentos lingüísticos.

Si lo que pretendemos es categorizar los tipos de violencia contra las mujeres para tratar los datos estadísticos para su posterior análisis desde un punto de vista legal, sociológico, policial, administrativo, científico, etc., y lo que es más importante, para buscar soluciones a un problema real como el que nos ocupa, debemos tener en cuenta que el término violencia de género engloba tanto la violencia producida en el ámbito doméstico, como la que ocurre fuera de él; y que, a su vez, la violencia doméstica no obligatoriamente se corresponde con el concepto de violencia de género, puesto que existe también violencia en el ámbito doméstico que no tiene nada que ver con cuestiones de género, como es la violencia contra los menores, los mayores, los hombres, etc.

La categorización sería la siguiente:

Por un lado distinguiríamos:

A. Violencia de género:
1. en el ámbito doméstico
2. fuera del ámbito doméstico (discriminaciones laborales contra las mujeres, agresiones sexuales, trata de mujeres, etc.)
B. (… otros tipos de violencia)

Y por otro lado diferenciaríamos:

1. Violencia doméstica:
1.1. contra la pareja
1.1.1. contra las mujeres (sólo en este caso, la violencia doméstica está englobada dentro del grupo A. Violencia de género)
1.1.2. contra los hombres;
1.2. contra los menores
1.3. contra los mayores
1.4. otros
2. Violencia fuera del ámbito doméstico (…)


Así pues, si se acepta la propuesta de la Academia, que es utilizar en la Ley la expresión violencia doméstica, caeremos en un limbo semántico que tendrá repercusiones para el análisis estadístico, legal y conceptual al dejar al margen la causa real por la que se cometen estos atropellos, puesto que para dicha categorización, el concepto de género es vital. De lo que estamos tratando es de la violencia contra las mujeres en el ámbito doméstico por razones de género y, por lo tanto, la ley debería denominarse: LEY INTEGRAL CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO EN EL ÁMBITO DOMÉSTICO (o simplemente Ley integral contra la violencia de género, si se quiere legislar más allá de este ámbito).

Y para concluir, ya que en estas fechas tiene lugar la Feria del Libro, recomendaría a los Sres. Académicos que aprovecharan tal oportunidad y leyeran cualquiera de los 273 títulos recogidos en el ISBN español sobre género no gramatical, puesto que existen otros géneros, sin género de dudas.

María Jesús Lamarca Lapuente. Lingüista.
Artículo aparecido en diversas publicaciones en el año 2004.