lunes, 7 de julio de 2008

La red del pescador o la tela de Aracne: dos paradigmas enfrentados

En la tribuna de opinión del diario El País del domingo 6 de julio de 2008, firmada por Xavier Rubert de Ventós que lleva por título La red del pescador, el filósofo afirma que "el término red -o en red- ha venido asociándose a una libre y masiva difusión de los saberes. Frente a su tradicional distribución jerárquica y parsimoniosa, estos saberes se estarían haciendo hoy inmediatamente, democráticamente accesibles a todos".

Xavier Rubert pretende romper este mito y para ello se acoge a la metáfora que encierra la palabra red que "no nos sugiere algo que difunde sino algo que más bien retiene; no nos suena tanto a acumulador o difusor como a filtro o malla que captura ciertos elementos (peces o datos) y permite a otros pasar. Y lo decisivo es entonces la trama más o menos tupida de nuestra red; de una red que nos permita atrapar todos -y sólo- los datos o informaciones relevantes para el caso que nos ocupa. (...)

¿Y no será -me pregunto ahora- que en el saber, como en el pescar, lo importante es la correspondencia entre el tupido de la red y el tamaño de la presa a capturar? (...) La máxima información, en efecto, tiende a generar confusión: Aranguren fue mi mejor maestro precisamente porque me señaló los textos y libros que no era necesario leer (Wikipedia, por el contrario, me ofrece demasiados). (...) Ciegos, mudos, colapsados: así es, en efecto, como puede dejarnos una eufórica utilización de la Red que olvide su parentesco lógico y etimológico con la red del pescador".

Como todo nativo digital sabe y los usuarios habituales de Internet conocen, la metáfora propia de la Web no es la de la red del pescador, sino la de la telaraña mundial. Convoquemos, pues, la metáfora como indica Nietzsche a través de Xavier Rubert de Ventós, pero no la del pescador, sino la que por ley le corresponde a la Web: el mito de Aracne.

Ovidio en sus Metamorfosis cuenta: "No era Aracne ilustre por la posición ni prosapia de su familia, pero sí por su arte". Hasta las ninfas acudían a ver sus tejidos y, sobre todo, era agradable ver cómo los hacía, bien se veía que Palas la había enseñado. Y, sin embargo, ella lo niega y, disguntándole maestra tan excelsa dice: 'Que compita conmigo. Si me vence no me opondré a nada'.

Palas se le presenta tomando la figura de una vieja y comienza a hablar así: "No es despreciable todo lo que trae la edad avanzada: con los muchos años viene la experiencia. No desdeñes mi consejo. Aspira tú a una gloria que entre los mortales sea máxima en el trabajo de la lana; pero declárate inferior a la diosa y con palabras suplicantes pide perdón, temeraria por tus pretensiones. Si tú se lo pides, ella te otorgará su perdón". Aracne la mira ferozmente, abandona las hebras empezadas y, conteniendo apenas las manos y manifestando en su semblante cólera, contesta a la enmascarada Palas con estas frases: Privada de inteligencia vienes y agotada por larga vejez; mucho daña, en efecto, vivir demasiado. Suficiente consejo tengo yo en mí misma, y no creas que has logrado nada con tus advertencias: mi actitud sigue siendo la misma ¿Por qué no viene ella en persona? ¿Por qué rehúsa esta competición? Entonces dijo la diosa: Ya he venido, y apartó la figura de vieja y mostró a Palas.

De esta forma comienza la competición entre Atenea y Aracne. Colocan ambas dos telares, los tensan con fina urdimbre, comienzan a tejer y se desarrolla en el tejido una antigua historia. Palas borda su victoria sobre Poseidón y coloca a doce divinidades con Júpiter en el centro con la imagen propia de un soberano. A sí misma se da un escudo, una lanza y un casco. Con la lanza golpea la tierra y hace surgir un olivo. Los bordes de la tela los circunda con ramas de olivo y con un olivo pone fin al trabajo.

Por su parte, Aracne dibuja a Europa engañada por un toro, a Leda acostada bajo las alas de un cisne, a Dánae poseída por una lluvia dorada, a Prosérpina burlada por una serpiente (todas estas y otras muchas fueron metamorfosis de Júpiter). A la doncella Eolia la colocó junto a un fiero novillo y a Teófane la dibujó engañada por un carnero (en este caso eran formas adoptadas por Neptuno). Así pues, Aracne refleja todos los engaños que utilizaban Júpiter y otros dioses para conseguir favores sexuales de las diosas y otras mujeres. La parte extrema de la tela, circundada por una estrecha franja, tiene, en el dibujo de su tejido, flores, mezcladas con entrelazada hiedra.

No podría Palas, no podría la envidia poner reparos a aquella obra: a la varonil doncella rubia le dolió aquel éxito, y rompió aquellas ropas bordadas que eran cargos contra los dioses. Ante la ira de la diosa, Aracne intenta ahorcarse, pero Palas, compadecida la sostuvo y le dijo: Vive, sí, pero cuelga, malvada. Y regándola con los jugos de unas hierbas la convirtió, para siempre, en araña, condenada a tejer eternamente.

Así pues, Aracne se atreve no solo a retar a la diosa de la sabiduría y de la guerra, la varonil doncella rubia nacida de la cabeza de Zeus (Palas Atenea, la Minerva romana) sino a poner en cuestión el propio comportamiento de los dioses.

Según Varrón, citado por San Agustín en la Ciudad de Dios, los atenienses tenían que elegir por votación a un dios para que diera nombre a su ciudad. Todas las mujeres votaron por Atenea y todos los hombres por Poseidón. Atenea triunfó por un solo voto y Poseidón, en venganza, inundó la región. Para calmar la cólera del dios, desde entonces las mujeres dejaron de tener derecho al voto y los hijos no podrían tener nombres derivados del nombre de la madre Pero esa es otra historia, volvamos a la fábula que ahora nos ocupa.

Lo que nos interesa del mito de Aracne son las dos formas distintas de entender el arte y la sabiduría, dos formas casi enfrentadas. Por un lado tenemos el olivo, símbolo del saber autoritario, del conocimiento rígido, jerárquico, el tronco vetusto y fuerte de donde parten las rugosas ramas. En el lado opuesto, tenemos a la hiedra, la tierna y frágil hiedra que se va entrelazando poco a poco, ramificándose y extendiéndose de forma horizontal, flexible y fuerte a un tiempo.

Así, la cultura de la Red nos remite a la hiedra que crece de forma horizontal y se entrelaza. Sin un centro fijo, sin una raíz, un tronco o punto de partida único, sino compuesto de múltiples centros que, al ramificarse, van dando forma a un todo, flexible, tierno, extensible y siempre conectado.

Velázquez reflejó también el mito cuando pintó Las Hilanderas en 1657. En este cuadro, vemos en primer plano a cinco mujeres que preparan las lanas para la fabricación de tapices. Detrás de ellas, aparecen otras cinco mujeres lujosamente vestidas, sobre un fondo de tapices. En el tapiz se muestra la fábula de Aracne y Atenea tejiendo cada una su tapiz. Se han hecho diversas interpretaciones de esta obra fabulosa, una de ellas afirma que lo que quiere poner de manifiesto Velázquez es que la pintura es una de las Bellas Artes, igual que el tejido de tapices, y no una artesanía como la labor que realizan las mujeres en primer término, puesto que poner el mensaje en un segundo plano era un juego muy utilizado en el Barroco.

Es muy frecuente confundir la red de redes con la Web. Internet es la infraestructura física, una red de ordenadores interconectados sobre la que se desarrollan una serie de servicios y tecnologías distintas, la World Wide Web es sólo una parte de ella (aunque cada vez más amplia, pues a muchos de los servicios de Internet: correo electrónico, listas de distribución, foros, etc. se accede ahora por medio de la interfaz propia de la Web y el protocolo HTTP, el Protocolo de Transferencia de Hipertexto). Podría decirse que Internet sí es una red de pesca, una malla en el sentido que le da Rubert De Ventós, sin embargo, la Web no es una red de pescadores, sino una red de peces, un inmenso hipertexto que es contenido y no continente. Y, a la vez, la Web son los pescadores mismos ya que la World Wide Web no sólo contiene información, sino que también hace posible la comunicación con otros pescadores y la participación e interacción entre estos mismos o con los propios peces. Ahondando más en la metáfora, un tipo de pescadores bien pudieran ser asimilados a Google pues, como muy bien afirma el dicho: A río revuelto.... ya que los buscadores son los encargados de poner un poco de orden en esa maraña de peces. Por su parte, los usuarios pueden bien acceder a los peces adecuados de forma directa por medio del susodicho Google o herramientas similares o bien navegar y explorar a su antojo en el proceloso océano de la Web. Y si no comprenden o asimilan correctamente la información leída, navegada y usada o con la cual interactúan, corren el riesgo de seguir permaneciendo pez.

Como en el artículo que dio origen a esta entrada del blog se cita con fortuna al Funes borgiano ahíto de bites y atontado, también cabe señalar que Borges pergeñó otra ficción mucho más ambiciosa: la de la Biblioteca de Babel, la biblioteca universal infinita, ilimitada y periódica. Porque todo eso es la World Wide Web: la biblioteca total borgiana, la enciclopedia universal que persiguieron D'Alember, Diderot y Voltaire, y la máquina Memex de Vannevar Bush, una inmensa memoria externa de la cual es posible extraer todo tipo de textos, registros, libros e informaciones de forma totalmente libre y accesible desde cualquier lugar y tiempo (por lo menos en potencia, si se tienen los medios técnicos, económicos y la suficiente alfabetización tecnológica y la competencia informativa, para el acceso y la comprensión).

Así pues, la Red es una inmensa telaraña de informaciones tejidas y entretejidas por un inmenso puñado de Aracnes que ponen en cuestión la vieja autoridad de los dioses. La Web se hace, se teje y se entreteje día a día, pues se trata de un proceso constante y no de un simple objeto o de una obra cerrada. El conocimiento no es un monopolio a repartir, sino una empresa común a crear y construir. Y es Google quien procesa y distribuye la información que previamente han solicitado los usuarios. Que sea de provecho o no el acceso a cualquier tipo de información, solo le compete a la capacidad mental de cada usuario. La información y el conocimiento son dos cosas bien distintas.

Hay quienes analizan la cultura digital asentados en el viejo paradigma de la cultura analógica. Los hay que pretenden poner puertas a las múltiples ventanas abiertas del hipertexto fijando reglas que restringen el derecho a la información e imponiendo control a los usuarios y sus comunicaciones. Otros se resisten fieramente al cambio estableciendo cánones al libre flujo e intercambio de bytes. La cultura social digital está bajo sospecha y la metáfora de la red del pescador, confunde, pues la cosa no consiste en pescar peces, sino en tejer, entre todas las Aracnes, una red común. Y los ataques provienen desde todos los flancos. La cultura oficial ataca desde fuera y la nueva netocracia desde dentro. Corporaciones y grandes empresas van tomando posiciones en los nuevos territorios de la red, mientras gobiernos y legisladores dictan normas que son netamente inaplicables para la red de redes. Sobre el tablero está dispuesto el botín del reparto radioeléctrico: televisión, radio, telefonía e Internet. Veremos cuánto tiempo le queda a esta espontánea maquinaria orgánica que es capaz de aglutinar y conjugar cultura, ciencia, tecnología y sociedad. Por otro lado, como la vida misma, a uno u otro lado de las pantallas. Mientras tanto, déjennos hacer y sucumbir, al embrujo, la potencia y el procomún de la red.

Es erróneo identificar los datos con las ideas y equiparar el conocimiento con la información. El conocimiento tiene un carácter subjetivo: los saberes se encuentran siempre incorporados a sujetos. Información y conocimiento no son sinónimos. La información debe ser analizada e interiorizada para poder afirmar que hemos adquirido conocimiento. Sin embargo, la posibilidad de navegar por dominios completos o parciales del conocimiento y tener acceso a los documentos y recursos de una rama completa del saber o de una porción importante de ella, sí facilita la adquisición de dicho conocimiento.

Es más, la utilización de ontologías, mapas temáticos y bases de conocimiento que permiten no sólo estructurar la información, sino también poder visualizarla gráficamente, navegarla y explorarla, también favorece la comprensión de los contenidos y, por tanto, la información contenida en la Web es una fuente directa de conocimiento en mayor medida que lo era/es la información contenida en una biblioteca física, pues el sistema de ordenación de los fondos por materias permite adosar y adjuntar los materiales físicos impresos por temas ofreciendo una comprensión excesivamente general y demasiado superficial de una materia concreta, pero no permite conectar contenidos ni establecer relaciones jerárquicas, asociativas, referenciales, de amplitud y expansión de esos contenidos, secuenciales, multisecuenciales, etc.

En suma, el texto tradicional impreso (esto es, el contenido) como cualquier tipo de soporte analógico (es decir, el continente), no permiten las relaciones que sí se producen en el hipertexto gracias a esa enorme y variada tipología de enlaces que permiten dos de las características esenciales del hipertexto: la conectividad y la digitalidad. En cierto sentido, se puede afirmar que el hipertexto al permitir navegar no sólo por la información, sino por el propio conocimiento lógico estructurado, también potencia y crea conocimiento.

En otro orden de cosas, la información ha saltado del medio impreso y del soporte del conocimiento por excelencia, el papel, a otro medio hasta ahora denostado y en pugna con el primero: la pantalla. Y el vehículo considerado hasta ahora como base del conocimiento: el libro, empieza a ser sustituido de forma creciente por los píxeles en la pantalla. Muchos ven este hecho con temor, ya que consideran que el texto se vería amenazado ante la explosión de las imágenes favorecidas por los multimedia.

Sin embargo, si hasta ahora la pantalla era el soporte por excelencia para ver imágenes y más concretamente, para visionar imágenes en movimiento acompañadas de audio pues era el medio por excelencia para el cine y la televisión y otros recursos audiovisuales, ahora la pantalla ha dado un paso adelante y se ha convertido en el medio por excelencia para ver información y no sólo información gráfica, sino también información textual.

La informática, producto de la matemática y de la lógica, del cero y el uno, dio un paso de gigante cuando se abrió al logos y a las "máquina literarias" de Ted Nelson, padre del término hipertexto; pero con el desarrollo de las interfaces gráficas, la informática ha vuelto al símbolo, a la metáfora y la iconicidad como demuestra la presencia constante de imágenes y el paso del papel a las pantallas. ¿Es esto un retroceso para el pensamiento lógico? Me atrevo a considerar que, en absoluto, pues hoy el conocimiento no sólo se representa, sino que se presenta, esto es, se hace visual.

El hipertexto, y el hipertexto por excelencia: la World Wide Web, esa red que tejen muchas y muchos Aracnes, es en sí misma un espacio para recorrer, explorar, surfear y navegar y es un espacio que puede organizarse, estructurarse y semantizarse y, a pesar de la proliferación y la constante presencia de imágenes el hipertexto/hipermedia se basa, fundamentalmente en la palabra escrita, esto es, no existe hipertexto sin texto. El hipertexto es texto expandido, enlazado, conectado a otros textos, imágenes o recursos, pero la base fundamental sigue siendo el texto.

Hoy se intenta convertir la información y el conocimiento en mercancías, pero también existe el proceso contrario, y prolifera una socialización espontánea de la información y del conocimiento facilitada por la conectividad del hipertexto y la disposición de la información y el trabajo en red. La nueva Web 2.0 fundamentada en las redes sociales y las creaciones colaborativas (wikis, weblogs, etiquetado social, sindicación de contenidos, copylefts, software libre, etc.) convive con los servicios web más comerciales, los copyrights y los formatos propietarios. Sin embargo, el modelo hipertextual transciende la concepción del conocimiento como conjunto de elementos individuales, reemplazándola por una concepción del conocimiento como quehacer y producto social y, por supuesto, como derecho de acceso universal a la cultura. He aquí el quiz del cambio de paradigma que muchos no entienden o no quieren entender.

Los hay que dedican toda una vida a un único libro. Otras pensamos que lo excesivo se produce hoy por igual tanto en el medio digital como en el bosque impreso y que tener un buen criterio, capaz de separar el grano de la paja, se necesita en ambos. Quizás los algoritmos del PageRank de Google sean hoy mucho más objetivos en cuanto a calidad que las cuentas de resultados del mercado editorial impreso que es quien verdaderamente manda sobre los peces y los pescadores sin redes. Por lo menos, la homogeneización cultural que prima en el mundo analógico todavía no se ha instalado en la Web donde, hasta ahora, además de la cantidad, la pluralidad y la diversidad son norma.

Como afirmaba Plutarco: La mente no es un recipiente por llenar, sino un fuego por encender. Y la Web, esa inmensa memoria externa de alcance y acceso universal, puede ser una buena mecha para nuestros cerebros. Claro, que una vez encendida, puede servirnos para alumbrarnos en una noche oscura o para hacer que arda el bosque entero. Y aquí Aracne deja paso a Prometeo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estupendas reflexiones. Enhorabuena por tu blog.

Anónimo dijo...

Muy interesante, y muy útil.
Muchas Gracias!!
desde Lima,